23.02.12
Josef Svoboda fue arquitecto, y un gran escenógrafo e iluminador. En 1993 diseñó la magistral escenografía de La Traviata para la ópera al aire libre de Macerata.
El escenario está ubicado en una antigua instalación deportiva, que en 1819 se reconvirtió en teatro, un centro exclusivo para la ópera. La gran particularidad del sitio es que tan solo está formado por un espacio escénico de enormes dimensiones, flanqueado por un gran muro frente al que se sitúan las butacas de los espectadores. No hay caja, ni estructuras auxiliares.
Al enfrentarse a ese lugar tan peculiar, Svoboda tenía claro que debía sorprender con el montaje. En este diseño consigue, con un único elemento, definir de forma espontánea la separación entre actores y artificio, a la vez que constituye la escenografía: un enorme espejo de límites irregulares, para evitar la forma rectangular de un marco teatral tradicional, que refleja los telones extendidos en el suelo del escenario a modo de alfombra.
El espejo, de unos 20 metros de ancho por 14 metros de alto, comienza la representación tumbado en el suelo y se empieza a levantar hacia la mitad del preludio, quedandose a 45º de inclinación. Bajo cada telón hay otro, y éstos van retirándose con cada cambio de escena, fundiéndose con el movimiento de los actores y creando imágenes superpuestas en el escenario. La ilustración de los telones responde a imágenes costumbristas inspiradas en París, lo que en cierta medida compensa la frialdad del espejo. La desaparición de los telones simula un funcionamiento paralelo al teatro a la italiana más tradicional a base de telones de fondo, solo que en este caso están en el suelo, y son visibles a través de su reflejo irregular en el espejo.
Svoboda logra manipular la imagen con la superposición de reflejos que multiplican su percepción, en un efecto escenográfico que desvela las “realidades” ocultas a nuestra mirada.
Tras la última escena, al haberse retirado el último telón, no queda más que el suelo vacío, lo que se identifica perfectamente con la desolación y abandono de la protagonista. Es entonces cuando el espejo se elevaba hasta 90º, devolviendole al público su propio reflejo, haciendo que La Traviata muera en una escena de teatro dentro del teatro.
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El conocimiento y buen manejo de los materiales puede hacer que de un concepto muy simple obtengamos un efecto espectacular, y los trabajos escenográficos son un gran ejemplo de ello. Gracias al taller impartido en la Central de Diseño del Matadero por Moisés Robles, he descubierto todo un mundo de posibilidades que investigar.
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